¿Como favorecer el desarrollo lingüístico de nuestros hijos?
Queridos papas y mamas tras una semana de comienzo los peques están totalmente adaptados e incluso algunos no quieren irse, aquí os dejo un tema interesante de seguir en casa.
¿Qué podemos hacer para favorecer el desarrollo lingüístico de nuestros hijos?
- Es muy aconsejable hablar a nuestro bebé desde el
primer día del nacimiento.
Tenemos múltiples ocasiones que podemos aprovechar para hacerlo: en el
momento de cambiarlos, a la hora del baño, o simplemente cuando los
tenemos en el regazo disfrutando de ellos. Es importante que utilicemos un
lenguaje cálido, alegre, con exclamaciones y preguntas, sin hablar
demasiado fuerte ni demasiado flojo, y haciendo referencia a lo que se
está haciendo en ese momento. Como las palabras son todas nuevas para el
niño, sólo tienen sentido cuando las asocia a objetos, hechos o acciones
que tiene delante, que puede ver o tocar. Si le enseñamos el plato y la
comida porque va a comer, debemos hablarle de la comida, si es puré de
verduras, si está muy rico, etc. Una madre me decía que su hijo nunca
había tenido problemas para saber cuál era su derecha y su izquierda
porque mientras lo vestía siempre le decía lo que le ponía en cada
momento: "Ahora ¿qué le pondré a este niño…? Pues le pondré el
calcetín izquierdo en el pie izquierdo".
- También es importante que hablemos a los bebés
mirándoles a la cara, porque imitan los movimientos de nuestra boca. Los niños que además de oír
"papá", también ven cómo se articula la palabra, repiten antes
"papa", lo que es muy importante porque se oyen a sí mismos y
eso les ayuda a aprender más deprisa. Sabemos la importancia que tiene la
vista en el aprendizaje de las primeras palabras o sílabas, porque se ha
comprobado que los niños ciegos tardan más tiempo en imitar las primeras
sílabas que los videntes, mientras que niños sordos son capaces de repetir
sílabas como "pa" o "ta" que en realidad no han oído
pero sí 'han visto'.
- El bebé no es un ser pasivo. A partir del
tercer o cuarto mes, empieza a emitir los primeros sonidos guturales. Se escucha a sí mismo y se gusta. Si además, las personas que lo
cuidan imitan sus sonidos, se inicia una conversación sin palabras, pero
llena de significado afectivo. Contestarle a estos mensajes que él envía le estimula a seguir produciendo
más mensajes, porque siente que su esfuerzo es recompensado.
- A partir de los 10 o 12 meses aproximadamente,
ya podemos empezar a leerle libros de imágenes. Serán los primeros cuentos que contemos a nuestro hijo, y como
a esta edad su capacidad de atención es muy pequeña, debemos aprender a
interpretar la resistencia del niño y dar por terminada la actividad antes
de que él se canse.
- La época en que el niño empieza a caminar y a
tener autonomía de movimiento coincide con el tiempo en que empieza a
tener capacidad
de comprensión. Un niño de 15 meses puede no decir ni una
palabra, pero seguro que ya entiende y responde a cosas sencillas que se
le pueden pedir como "ve a buscar tu osito", "¿por qué no
me traes la cuchara que la vamos a lavar?", ¿me das un poquito de
pan?, etc. Los papás debemos aprovechar esta circunstancia para encargarle pequeños recados y premiárselos emocionalmente con una
expresión de alegría. Así tendrá interés en ir ampliando su vocabulario y
su comprensión, lo que es muy importante porque sin un amplio lenguaje
comprensivo no es posible empezar a hablar.
- En los primeros meses el bebé suele ir dormido
en el cuco cuando sale de casa. Pero en cuanto el niño ya mira lo que hay a su alrededor, los paseos, las
salidas al supermercado o a cualquier lugar son excelentes momentos para explicarle a nuestro hijo por dónde vamos, el nombre de las cosas que vemos y lo que hacemos, de manera que él vaya ampliando su
vocabulario y su comprensión del mundo que le rodea. Los niños que tienen
buen lenguaje y abundante vocabulario son aquellos cuyos papás disfrutan
al llevarlos de paseo o a comprar, porque hablan con ellos y les explican
las cosas que van viendo por la calle o en el supermercado. Ir de compras
con un niño de dos o tres años puede ser gratificante para el adulto y
enriquecedor para el pequeño o insoportable para los dos. Todo depende del
enfoque de la persona mayor. Por ejemplo, esperar el turno ante la parada
de pescado puede ser un tormento o un momento ideal para hablarle de los
peces, que nadan en el mar, que los hay grandes y pequeños, el nombre de
algunos de ellos y todo lo que se nos ocurra. A nuestro hijo le encantará
ver y aprender cosas nuevas.
- Además de hablar y escuchar a nuestro hijo con
frecuencia, también debemos cuidar la calidad del lenguaje que utilizamos y el tono con el que decimos las cosas. Para empezar, no debemos imitar el
lenguaje del niño ni reducir las palabras adultas a palabras infantiles
como "guau, guau" para llamar al perro o "chichi" para
denominar la carne. El niño sí que puede usar su jerga particular, porque
no sabe hablar de otro modo, pero los adultos no. Pensemos que nuestro
hijo no sabe cuál es el nombre preciso de los objetos, por lo que le da
igual decir "guau, guau" que "perro". Nosotros somos
el modelo que él imita y si le repetimos "guau, guau", le
reforzamos esta expresión, creerá que es la correcta, la integrará en su
cerebro como buena y la seguirá usando aunque se vaya haciendo mayor.
- Relacionado con el aspecto anterior,
igualmente se ha visto la importancia de nombrar las cosas con la palabra más exacta posible para mostrarle la riqueza del lenguaje. Se ha comprobado que los niños
que no desarrollan todo el potencial de su lenguaje son aquellos que en su
casa utilizan un solo término para nombrar diferentes acciones y objetos.
Por ejemplo, utilizan la palabra comer para todas las situaciones. En
cambio en las familias que cuidan el lenguaje utilizarán desayunar, comer,
merendar y cenar.
- No menos importante es la corrección del habla del
niño, que debe ser positiva.
Cuando el niño dice "mira, un guau, guau", podemos contestarle:
"sí, es un perro, un perro que hace guau, guau". Si además
sabemos la raza y podemos precisar más, también podemos hacerlo: "sí,
es un perro, un pastor alemán, que hace guau, guau. ¿Has visto que grande
es?". De esta manera aumentará su vocabulario, su precisión en el
lenguaje, sus conocimientos previos y su curiosidad, herramientas
fundamentales para entender y comprender las explicaciones que después
encontrará en el colegio.
- El menor uso de los imperativos
y las negaciones favorecen positivamente el desarrollo del lenguaje. El uso de imperativos es cortante y cierra la
conversación. El humorista Eugenio lo ilustra con este chiste: "Yo a
los 6 años creía que me llamaba 'Cállate'…" Los imperativos cállate,
estáte quieto, dame, no te muevas, vete, etc. y las negaciones absolutas
no dejan opción a que el niño estructure en su mente otras opciones que
pueda compartir con el adulto y enriquecer su pensamiento y su
inteligencia. En cambio, pedir las cosas utilizando formas distintas: ¿y
si…? ¿por qué no…? ¿qué te parece si…? ¿quieres…? ¿me...? o responder con
otras preguntas o intervenciones a las preguntas de nuestro hijo abre
caminos de comunicación que crean nuevos conocimientos. Ante la pregunta
del niño "¿Puedo comer unas galletas?", podemos contestar con un
"no" seco que acaba toda interacción comunicativa, o podemos
decirle "¿Es hora de comer galletas?", "Me parece que ahora
no es hora de comer galletas, dentro de un rato vamos a cenar", etc.
Y a partir de aquí iniciar una conversación que siempre enriquece.
- Por último, podéis contestar a sus preguntas con respuestas indirectas. Ante la pregunta del niño: "¿Vendrá la
abuela esta tarde?" podemos responder con un "no" directo,
o podemos decirle: "Ha llamado y ha dicho que ha de ir al médico y
que vendrá mañana". Es una alternativa que exige al niño poner en
funcionamiento su cerebro para sacar él la conclusión, lo que le enseña a
deducir, razonar y hacer asociaciones internas con los conocimientos que
ya tiene, es decir, le damos oportunidades para construir circuitos
neuronales que podrá utilizar en otras ocasiones.
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